Mi tablero de juego

No cuesta despedirse cuando sabes que vuelves pronto. Tres meses, dije -no muy convencida de lo que decía- Y volé a París con una VVT (visa vacances et travail) tan entusiasmada y liviana que me olvidé que no sabía hablar francés, que no tenía trabajo y que no sabía donde iba a vivir.

De esa época tengo recuerdos nublados, pasaron muchas cosas en poco tiempo. Los primeros días me instalé en el museo del Louvre pero no para contemplar obras de arte precisamente, sino por que el museo tiene wifi gratuito y calefacción.

Desde ahí conseguí mi primer trabajo: guía turistica en Segway en inglés y español.

No sé cómo, pero a nadie le pareció extraño que una argentina llegada hace 5 días a la ciudad explicara su historia, sus secretos y sus sitios emblemáticos. Así que yo di lo mejor de mi, estudié mucho y durante los siguientes tres meses conocí la ciudad como la palma de mi mano.

La misma semana en la que conseguí ese trabajo, también conocí a Delfi y Eli, dos argentinas que, como yo, acababan de llegar a París y me invitaron a vivir con ellas.

El departamento de rue de Picpus era bastante feo y chiquito, pero siempre había lugar para alojar amigos y pasar largas noches de vino y buena conversación.

A finales de mayo, mi prima que está bastante loca se fue a vivir a Niza y no le hizo falta más que un audio de Whatsapp muy efusivo para convencernos a las tres de mudarnos a la Costa Azul a hacer la temporada de verano.

La vida en la playa fue un sueño, pero duró lo que dura el calor. Yo me cansé de trabajar en restaurantes y empecé a extrañar París. Todavía desde Niza, apliqué a un trabajo en la capital y, después de un par de entrevistas virtuales, me confirmaron que había quedado.

Volví a París un domingo y, como la vida a veces es mágica, ese día conseguí un departamento lindo y grande para Delfi y para mi. Ese lunes fue mi primer día de trabajo.

En Superprof me hice amigos de todo el mundo y la empresa me “auspició la visa de trabajo” que me permitió quedarme en Francia cuando mi visa de vacaciones y trabajo expiró.

La cuestión es que los “tres meses” se convirtieron en tres años y aunque la distancia muchas veces puede doler, todavía sigo aprendiendo, creciendo y conociendo… y sigo encontrando en París el mejor tablero de juegos para justamente, seguir jugando.

Marina Biedma.

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