Yo pensaba que ya conocía París, había viajado con mi familia de chica y la ciudad me había parecido, como a varios, la más linda del mundo. Cuando decidí venirme a vivir me di cuenta que en verdad no la conocía ni un poco.
En agosto de 2019 decidí irme a vivir a Francia por un tiempo y quise aplicar a la visa VVT, tuve la mala suerte de quedarme sin cupo para ese año y decidí sacar una visa de estudiante (tenía muchas ganas de irme). Saque un curso de francés en el instituto Campus Langues y me dieron la visa por 6 meses.
En su momento me pareció un montón de tiempo.
Me acababa de recibir de arquitecta y desde Argentina busqué trabajo como pasante en un estudio de arquitectura. tuve varias entrevistas por Skype, y aunque yo tenía una base de francés. me resultaron muy difíciles.
Para practicar el idioma empecé a mirar series en francés (Dix por cent y Plan Coeur), a leer en francés entre otras cosas y, por suerte, quedé en un estudio.
Llegué a París en agosto, verano hermoso y solo tenía una amiga de una amiga que se llama Delfi y me invitó a tomar algo con ella. Cuando llegué al bar, sus amigos eran todos de países diferentes, todos hacían cosas diferentes en París, pero lo que tenían en común era que hablaban en francés. Me encanto.
Como arrancaba a trabajar en septiembre, miré pasajes a Londres para visitar a una amiga, y cuando vi lo barato y cerca que era, decidí. Después de Londres viajé a Portugal y después volví a París para arrancar a trabajar.
En mi trabajo nadie hablaba inglés, pero si entendían un poco de español. En general los franceses tienen más facilidad con el español. El primer día de trabajo mi nuevo jefe nos invitó a todos a comer afuera para festejar mi llegada, no falto el vino ni el queso.
Ahí empezó mi rutina en París, boulangeries en prácticamente todas las cuadras (recomiendo altamente el croissant aux amandes- de almendras), ir en bici a todas partes (hay unas que sacas por mes o anuales que se llaman Velib), y post laburo el ‘’apero’’ que es básicamente tomar vino y queso y baguette sin parar en el Sena, Canal Saint Martin o en la casa de algún amigo.
Me hice un gran grupo de argentinos, porque siempre hay que tomar mate con alguien, que se convirtieron en mi familia de acá.
Pasó un poco más de un año y acá sigo sin ganas de irme.
María Lalor